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Contra el diablo y sus misioneros, autores de falsas doctrinas y sectas, debemos ser como el Apóstol, impacientes y rigurosamente condenatorios, como los padres con el perro que muerde a su pequeño, pero al propio niño que llora lo calman.
Contra el diablo y sus misioneros, autores de falsas doctrinas y sectas, debemos ser como el Apóstol, impacientes y rigurosamente condenatorios, como los padres con el perro que muerde a su pequeño, pero al propio niño que llora lo calman.