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Los ojos de un niño, esos claros pozos de pensamientos inmaculados, ¿qué puede haber más hermoso? Llenos de esperanza, amor y curiosidad, se encuentran con los tuyos. En la oración, ¡qué sinceros; en la alegría, qué chispeantes; en la simpatía, qué tiernos! El hombre que nunca ha probado la compañía de un niño pequeño ha pasado por alto uno de los grandes placeres de la vida, como se pasa por alto una flor rara sin arrancarla ni conocer su valor...