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Probablemente ninguno de nosotros tiene la Verdadera Religión. Pero todos juntos -si se nos permite ser libres- estamos descubriendo formas de conversar sobre los grandes misterios. La pretensión de conocer todas las respuestas a los misterios más profundos es, por supuesto, el fraude más burdo. Y quienes declaran la Yihad, la guerra santa a los no creyentes -aquellos que no comparten la pretendida omnisciencia de sus creyentes- son enemigos de los hombres y mujeres pensantes y de la civilización. Para mí, la religión no es más que una forma de plantearse preguntas incontestables, de compartir la alegría de una comunidad de búsqueda y de consolarnos mutuamente en nuestra ignorancia.