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Despreciar a los demás conduce a la falta de armonía. Sin armonía no puede haber felicidad. Por tanto, deja atrás los rencores y restaura la armonía. En un mundo armonioso, la felicidad es posible.
Despreciar a los demás conduce a la falta de armonía. Sin armonía no puede haber felicidad. Por tanto, deja atrás los rencores y restaura la armonía. En un mundo armonioso, la felicidad es posible.