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En las trincheras cotidianas de la vida adulta, en realidad no existe el ateísmo. No existe la no adoración. Todo el mundo adora. La única elección que tenemos es qué adorar.
En las trincheras cotidianas de la vida adulta, en realidad no existe el ateísmo. No existe la no adoración. Todo el mundo adora. La única elección que tenemos es qué adorar.