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La terminología habitual del lenguaje político es estúpida. ¿Qué es "izquierda" y qué es "derecha"? ¿Por qué Hitler debería ser de "derechas" y Stalin, su amigo temporal, de "izquierdas"? ¿Quién es "reaccionario" y quién "progresista"? La reacción contra una política desacertada no es condenable. Y el progreso hacia el caos no es digno de elogio.