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Dios es demasiado bueno para ser cruel y demasiado sabio para equivocarse. Y cuando no podemos rastrear Su mano, debemos confiar en Su corazón. Cuando uno es tan débil que no puede hacer mucho más que llorar, acuña diamantes con los dos ojos. Las oraciones más dulces que Dios escucha son los gemidos y suspiros de aquellos que no tienen esperanza en nada más que en su amor.