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Una mitad de mi cabeza, desde la cima del cráneo hasta la hendidura de la mandíbula, martillea, golpea, chisporrotea mientras la otra mitad, serena y contenta, contempla la agonía de al lado.
Una mitad de mi cabeza, desde la cima del cráneo hasta la hendidura de la mandíbula, martillea, golpea, chisporrotea mientras la otra mitad, serena y contenta, contempla la agonía de al lado.