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Había dos bosques por cada uno en el que entrabas. Estaba el bosque en el que caminabas, el eco físico, y luego estaba el que estaba conectado a todos los demás bosques, sin tener en cuenta la distancia ni el tiempo. El bosque primigenio, recordado a través de la memoria colectiva de cada árbol del mismo modo que la gente recordaba los mitos: a través del subconsciente colectivo que Jung cartografió, la resonancia mítica compartida que yacía enterrada en cada mente humana. Leyenda y mito, todo enredado en un alfabeto de árboles recordados, no siempre con comprensión, pero sí con asombro. Con asombro.