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Detrás del féretro iban los sirvientes, que en otros tiempos habrían sido sacrificados junto a la tumba, y el caballo de un guerrero. Después venían los músicos y los portadores de antorchas, y en la retaguardia los mimos, siniestras figuras silenciosas con máscaras de cera que imitaban a los miembros muertos de la familia.