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La otra yo, que no quería ahogarse, se sumergió en el mar y permaneció allí mucho tiempo. Finalmente, salió a la superficie cerca de Japón y la gente le hizo regalos, pero había estado tanto tiempo bajo el mar que no reconoció lo que eran. Es muy astuta. Casi siempre nos reunimos de noche. La noche. Anunciadora de sueños y pesadillas y portadora de presagios que desafían la música de las palabras. Por la mañana, el miedo a que se vaya es muy real y alarmante. Puede hacer que uno tiemble. No es que a ella le importe. Ella es la musa. Yo soy el mensajero.