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Lo milagroso no es extraordinario, sino el modo común de existencia. Es el pan nuestro de cada día. Quien realmente haya considerado los lirios del campo o las aves del cielo y reflexionado sobre la improbabilidad de su existencia en este mundo cálido dentro de las frías y vacías distancias estelares, difícilmente se opondrá a que el agua se convierta en vino, lo cual fue, después de todo, un milagro muy pequeño. Olvidamos el milagro mayor y aún continuo por el que el agua (con tierra y luz solar) se convierte en uvas.