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Las mujeres siguen teniendo una relación incómoda con el poder y los rasgos necesarios para ser líderes. Existe un miedo interiorizado a que, si somos realmente poderosas, se nos considere despiadadas, prepotentes o estridentes, todos esos epítetos que atentan directamente contra nuestra feminidad. Seguimos intentando superar el miedo a que el poder y la feminidad se excluyan mutuamente.