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Sólo el orgullo, la principal de todas las iniquidades, puede hacernos tratar los dones como si fueran atributos legítimos de nuestra naturaleza, y, mientras recibimos beneficios, robar a nuestro Benefactor Su debida gloria.
Sólo el orgullo, la principal de todas las iniquidades, puede hacernos tratar los dones como si fueran atributos legítimos de nuestra naturaleza, y, mientras recibimos beneficios, robar a nuestro Benefactor Su debida gloria.