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  • Una y otra vez nos asombra que Dios se haga niño para que le amemos, para que nos atrevamos a amarle, y como un niño se deje tomar confiadamente en nuestros brazos. Es como si Dios dijera: Sé que mi gloria te asusta y que intentas imponerte ante mi grandeza. Por eso vengo a ti como un niño, para que me aceptes y me ames.