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Espiritualmente, el desarme obligatorio nos ha vuelto poco viriles, y la presencia de un ejército extranjero de ocupación, empleado con efecto mortífero para aplastar en nosotros el espíritu de resistencia, nos ha hecho creer que no podemos cuidarnos ni oponer resistencia a la agresión extranjera, ni siquiera defender nuestros hogares y familias.