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  • Ningún justo se basta a sí mismo para ganar la justificación. La misericordia divina debe tender siempre una mano a sus pasos cuando vacilan y casi tropiezan, y esto es así porque la debilidad de su libre albedrío puede hacerle perder el equilibrio, y si cae puede perecer para siempre.

    John Cassian, Colm Luibhéid (1985). “Conferences”, p.94, Paulist Press