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  • ...la gracia del Espíritu toma posesión del alma tranquila, y le da a gustar los indecibles bienes venideros, que ni ojo apasionado y negligente vio, ni oído oyó, ni han entrado en el corazón de tal hombre (cf. I Cor. 2:9). Este sabor es la garantía de estos bienes, y el corazón que acepta estas promesas se vuelve espiritual y recibe la seguridad de su salvación.