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El dinero, cuando se considera como el fruto de muchos años de industria, como la recompensa del trabajo, del sudor y de la fatiga, como la dote de la viuda y la porción de los hijos, y como el medio de procurar las necesidades y aliviar las aflicciones de la vida, y hacer de la vejez un escenario de descanso, tiene algo sagrado en sí mismo con lo que no se debe jugar, ni confiar en la burbuja aireada del papel moneda.