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  • Todo dictador es un místico, y todo místico es un dictador en potencia. Un místico ansía la obediencia de los hombres, no su acuerdo. Quiere que rindan su conciencia a sus afirmaciones, sus edictos, sus deseos, sus caprichos, como su conciencia se rinde a la de ellos. Quiere tratar con los hombres por medio de la fe y la fuerza; no encuentra satisfacción en su consentimiento si debe ganárselo por medio de los hechos y la razón.

    Ayn Rand (2005). “Atlas Shrugged”, p.986, Penguin