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Fue la moral la que quemó los libros de los antiguos sabios, y la moral la que detuvo la libre investigación de la Edad de Oro y la sustituyó por la imbecilidad crédula de la Edad de la Fe. Fue un código moral fijo y una teología fija lo que robó a la raza humana mil años al malgastarlos en alquimia, quema de herejes, brujería y sacerdocio.