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Huye, querida, de todo lo que no fortalezca tus preciosas alas en ciernes. Huye como del demonio, querida mía, de cualquiera que pueda clavar un cuchillo afilado en la sagrada y tierna visión de tu hermoso corazón.
Huye, querida, de todo lo que no fortalezca tus preciosas alas en ciernes. Huye como del demonio, querida mía, de cualquiera que pueda clavar un cuchillo afilado en la sagrada y tierna visión de tu hermoso corazón.