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El séptimo día de la creación es el más elocuente y revelador de la naturaleza de Dios. Desde el punto de vista literario, el sábado constituye la cumbre de la historia. Como el beso dramático de un soldado que regresa de la guerra, éste es el momento que no debemos perdernos. Al elegir el descanso como gran final, Dios se revela como alguien que no se deja llevar ni por la ansiedad ni por el miedo, sino que encuentra alegría tanto en el trabajo de la creación como en la creación del trabajo.