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Cuando te acercas a tu bebé con una actitud de respeto, le haces saber lo que pretendes hacer y le das la oportunidad de responder. Asumes que es competente, le haces partícipe de sus cuidados y le dejas que, en la medida de lo posible, resuelva sus propios problemas. Le das mucha libertad física y no presionas el desarrollo.