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Un hombre que no se conmueve con el lirismo terroso del pastrami picante, la fantasía acre de la carne en conserva, los pepinillos, las salchichas, la gran impertinencia lujuriosa de la buena mostaza, es un hombre de piedra y sin corazón.
Un hombre que no se conmueve con el lirismo terroso del pastrami picante, la fantasía acre de la carne en conserva, los pepinillos, las salchichas, la gran impertinencia lujuriosa de la buena mostaza, es un hombre de piedra y sin corazón.