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Nos preguntamos y cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿Se siente el Señor verdaderamente en casa en mi vida? ¿Le permitimos que haga una "limpieza" en nuestros corazones y que expulse los ídolos, esas actitudes de avaricia, celos, mundanidad, envidia y odio, ese hábito de chismorrear y menospreciar a los demás?