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En tiempos de prosperidad somos propensos a olvidar a Dios; imaginamos que no importa si le reconocemos o no. Mientras estemos cómodamente vestidos, alimentados y cuidados, nuestra civilización se convierte en un medio elaborado para ignorar a Dios.
En tiempos de prosperidad somos propensos a olvidar a Dios; imaginamos que no importa si le reconocemos o no. Mientras estemos cómodamente vestidos, alimentados y cuidados, nuestra civilización se convierte en un medio elaborado para ignorar a Dios.