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El cine comercial estadounidense ha estado dominado durante mucho tiempo por los hombres, pero no creo que haya habido otra época en la que las mujeres hayan estado tan infrarrepresentadas en la pantalla como ahora. El mayor problema no es el cine genuinamente independiente, donde los presupuestos más bajos significan más oportunidades para las mujeres delante y detrás de la cámara. El problema son los seis grandes estudios que dominan la taquilla, la tertulia del espectáculo y el imaginario popular. Su negativa a contratar más directoras es inmoral, tal vez ilegal, y ha contribuido a crear y mantener un gueto de representación para las mujeres.