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Ya no podía permitirme ser celoso o antipático, porque, tan pronto como lo fui, una venda cayó sobre mis ojos, y fui atado de pies y manos y arrojado a un lado. De pronto se abrió un agujero negro, y yo quedé indefenso en su interior. Pero cuando estaba feliz y sereno, me acercaba a la gente con confianza y pensaba bien de ellos, era recompensado con la luz.