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Ningún gran inquisidor tiene preparadas torturas tan terribles como la ansiedad, y ningún espía sabe atacar más arteramente al hombre del que sospecha, eligiendo el instante en que es más débil; ni sabe tender trampas donde sea cogido y atrapado como sabe hacerlo la ansiedad, y ningún juez avispado sabe interrogar, examinar al acusado, como la ansiedad, que nunca le deja escapar.