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Cuando el Presidente Obama llegó a la Casa Blanca, la economía estaba en caída libre. La industria automovilística: de espaldas. Los bancos: congelados. Más de tres millones de estadounidenses ya habían perdido su empleo. Y los más valientes de Estados Unidos, nuestros hombres y mujeres de uniforme, luchaban en lo que pronto serían las guerras más largas de nuestra historia.