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El progreso se mide por hitos. Lo que les falta a muchas buenas personas son marcadores que les indiquen cómo lo están haciendo realmente. Los objetivos pueden convertirse en un ritual o un fetiche, pero en su justa medida pueden darnos algunos puntos de referencia muy necesarios. No es de extrañar que algunos parezcan desanimados. Sin esos hitos, a menudo nos sentimos menos en nuestras vidas