-
Si pudiéramos imaginar a un hombre así, que inventara la mosca, lo enviara a su misión y le diera sus órdenes: Vete a los rincones más remotos de la tierra y, diligentemente haz tu trabajo designado. Persigue al niño enfermo, posándote en sus ojos, su cara, sus manos, y roe y molesta y pica, preocupa e inquieta y enloquece a la desgastada y probada madre que vela junto al niño y ruega humildemente por misericordia y alivio con la patética fe del engañado y el inenseñable.