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En este país, por desgracia, como en todo el mundo, nos preocupamos muy poco, no tenemos sentimientos profundos sobre nada. La mayoría de nosotros somos intelectuales, intelectuales en el sentido superficial de ser muy listos, llenos de palabras y teorías sobre lo que está bien y lo que está mal, sobre cómo debemos pensar, sobre lo que debemos hacer. Mentalmente estamos muy desarrollados, pero interiormente hay muy poca sustancia o significado; y es esta sustancia interior la que produce la verdadera acción, que no es la acción según una idea.