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La soledad es necesaria para la poesía pura. Cuando alguien se entromete en la vida del poeta (y cualquier contacto personal repentino, ya sea en la cama o en el corazón, es una intromisión), el poeta pierde el equilibrio por un momento, se desliza para ser lo que es, utiliza su poesía como se utilizaría el dinero o la simpatía. La persona que escribe la poesía emerge, tímidamente, como un cangrejo ermitaño de una concha. El poeta, por ese instante, deja de ser una persona muerta.