-
No predicamos el Evangelio de un Cristo muerto, sino el de un Cristo vivo que está sentado a la derecha del Padre y vive para salvar a todos los que confían en Él. Por eso, los que realmente conocemos el Evangelio nunca tenemos crucifijos en nuestras iglesias ni en nuestras casas. El crucifijo representa a un Cristo muerto que cuelga lánguido de una cruz de vergüenza. Pero no estamos señalando a los hombres a un Cristo muerto; estamos predicando a un Cristo vivo. Él vive exaltado a la diestra de Dios, y Él "salva perpetuamente a todos los que por Él se acercan a Dios."