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La mera mención del Farakka Express, que cada día se desplaza hacia el este desde Delhi hasta Calcuta, es suficiente para provocar un ataque de apoplejía incluso a un viajero experimentado. En un campamento desértico de la Costa de los Esqueletos de Namibia, un aventurero empedernido se tomó un trago de aguardiente local y me contó la historia. Farakka era un tren fantasma, dijo, embrujado por demonios, matones y ladrones. Sólo un pasajero con ganas de morir se acercaría a él.