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Me reúno prácticamente con todo el mundo que viene a Olimpia, que me envía mensajes de Facebook o correos electrónicos o me llama por teléfono. Y, en particular, el año pasado me sentí muy orgulloso de ir a hablar ante un grupo al que me invitó una anarquista lesbiana, ¡válgame Dios! Puedo escuchar y trabajar con cualquiera.