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  • La fuerza o la debilidad de una sociedad depende más del nivel de su vida espiritual que de su grado de industrialización. Ni la economía de mercado ni siquiera la abundancia general constituyen la coronación de la vida humana. Si las energías espirituales de una nación se han agotado, no la salvará del colapso ni la estructura de gobierno más perfecta ni ningún desarrollo industrial. Un árbol con el corazón podrido no puede mantenerse en pie.