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El verdadero encanto del senderismo no reside en el paseo ni en el paisaje, sino en la conversación. Caminar es bueno para cronometrar el movimiento de la lengua y mantener la sangre y el cerebro agitados y activos; el paisaje y los olores del bosque son buenos para transmitir al hombre un encanto y un consuelo inconscientes y discretos para los ojos, el alma y los sentidos; pero el placer supremo proviene de la conversación.