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Es hora... de poner fin al antiguo e improductivo debate metodológico sobre el "originalismo" frente al "dinamismo" o la "evolución" y centrarnos, en cambio, en cómo, como cuestión sustantiva, debemos interpretar la Constitución en el siglo XXI, y qué tiene que decir sobre cuestiones inimaginables para nuestros Forjadores del siglo XVIII.