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  • La amplia mirada se clavó en sí misma durante un rato; el Sol se puso en una gloria roja, verde y dorada; las estrellas salieron en los cielos, y las luciérnagas las imitaron en el aire inferior, como los hombres pueden imitar débilmente la bondad de un orden mejor de seres; los largos caminos polvorientos y las interminables llanuras estaban en reposo, y un silencio tan profundo había en el mar, que apenas susurraba el momento en que entregará a sus muertos.

    CHARLES DICKENS (1867). "LITTLE DORRIT", p.10