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Navegaba sobre una inmensa extensión de mar, con un cielo rojo como la sangre por encima, y las furiosas aguas, azotadas con furia por debajo, hirviendo y arremolinándose por todos lados. Delante de ellos había otra embarcación que se afanaba y se afanaba en la aullante tormenta: su lona ondeaba en cintas desde el mástil.