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  • Sin embargo, incluso para nosotros, queda algo de la belleza del entorno, y la torpeza de los tutores y profesores importa muy poco cuando uno puede holgazanear en los grises claustros de Magdalen, y escuchar alguna voz aflautada cantando en la capilla de Waynfleete, o tumbarse en el verde prado, entre las extrañas fritillarias con manchas de serpiente, y contemplar cómo el mediodía quemado por el sol tiñe de oro las doradas aspas de la torre, o subir la escalera de Christ Church bajo los sombríos abanicos del techo abovedado, o atravesar la puerta esculpida del edificio de Laud en el College of St. John.

    Oscar Wilde (1999). “De Profundis: The Ballad of Reading Gaol and Other Writings”, p.231, Wordsworth Editions