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Las muertes, los nacimientos y los matrimonios, teniendo en cuenta lo mucho que dependen por separado de la libertad de la voluntad humana, deberían parecer no estar sujetos a ninguna ley según la cual se pudiera calcular de antemano su cantidad; y, sin embargo, los registros anuales de estos acontecimientos en los grandes países demuestran que se desarrollan con tanta conformidad con las leyes de la naturaleza como las oscilaciones del tiempo.