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Su mirada vagaba de las ventanas a las estrellas, como si quisiera leer en ellas algo que le estaba oculto. Muchos de nosotros lo haríamos, si pudiéramos; pero ninguno de nosotros conoce aún nuestras letras en las estrellas -ni parece probable que vaya a hacerlo, en este estado de existencia- y pocas lenguas pueden leerse hasta que se dominan sus alfabetos.