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Como filósofo alemán que escribía tras el régimen nazi, Marcuse comprendía la fuerza inductora del sueño del adoctrinamiento, su poder para hacer que la gente olvide y renuncie a sus propios intereses reales. "El hecho de que la inmensa mayoría de la población acepte, y se le haga aceptar, esta sociedad no la hace menos irracional y menos censurable", escribió. "La distinción entre conciencia verdadera y falsa, interés real e inmediato sigue teniendo sentido".