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Cada imperio ha dicho en su discurso oficial que no es como los demás, que sus circunstancias son especiales, que tiene la misión de iluminar, civilizar, poner orden y democracia, y que sólo utiliza la fuerza como último recurso. Y, lo que es aún más triste, siempre hay un coro de intelectuales dispuestos a decir palabras tranquilizadoras sobre los imperios benignos o altruistas.