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Los profesores se enfrentan en cierto modo a una tarea ingrata, porque por muy buenos que sean, a menos que encuentren una forma de racionalizar personalmente las recompensas de su esfuerzo, nadie más va a hacerlo realmente por ellos en masa.
Los profesores se enfrentan en cierto modo a una tarea ingrata, porque por muy buenos que sean, a menos que encuentren una forma de racionalizar personalmente las recompensas de su esfuerzo, nadie más va a hacerlo realmente por ellos en masa.