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Desde que empecé a hacer performance en los años 70, la actitud general -no sólo mía, sino también de mis colegas- era que no debía haber documentación, que la performance en sí era una obra de arte y que no debía haber documentación.
Desde que empecé a hacer performance en los años 70, la actitud general -no sólo mía, sino también de mis colegas- era que no debía haber documentación, que la performance en sí era una obra de arte y que no debía haber documentación.